Tarot A Meiga
Antiguas oraciones
Exorcizar una casa
Contra vos espíritu rebelde, habitante arruinador de esta casa, por los méritos de las llagas de Cristo, invocando el auxilio divino y la virtud del dulcísimo nombre de Jesús, junto con el de la sagrada Virgen María, de los santos, ángeles y beatísimos apóstoles, mártires, confesores, vírgenes y todos los santos, contra vos mando que sin demora marchéis de esta casa haciendo disolver cualquier maleficio que hayáis echado, vos o cualquiera de vuestros ayudantes. Cualquier maleficio yo lo disuelvo en nombre de Jesús de Nazaret, y deseo que se disuelva; y te ato con el precepto formal de obediencia, para que no puedas permanecer ni volver a hacer venir a otros, y no puedas perturbar ni maleficiar nuestro negocio, bajo penas de permanecer continuamente en el fuego y azufre ardiendo por millares de años.
En el nombre de nuestro Señor Jesucristo que vive y reina con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.
- Ándese toda la casa haciendo cruces con agua bendita e instrumento cortante en cada pared de los aposentos diciendo:
"He aquí la cruz de nuestro Señor Jesucristo, Salvador del mundo, márchaos espíritus contrarios."
Promesa hecha a una mujer.
Dícese que había una mujer que habitaba en una montaña y tenía una vida arreglada. Ésta deseó saber cuántas fueron las llagas que Cristo había recibido en su sacratísimo cuerpo y pidió con mucha devoción que se le revelase.
Se le apareció pues y le dijo:
Has de saber que las llagas que recibí en mi cuerpo fueron 5.455 por lo que te digo que todo el que rece en memoria de ellas 15 Padrenuestros y Avemarías por espacio de 1 año sacará a 15 almas del purgatorio y se le remitirá la penitencia que debía hacer por otros tantos pecados mortales.
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Oración de San Criprián
Cuando Diocleciano arrestóa a Santa Justina para martirizarla junco con San Cirpián este Santo suplicó a Dios se dignase preservar a los fieles de los ensalmos y artificios del demonio, no sólo a todos aquellos a quienes la Santa había convertido a la fe de Jesucristo, sino también a los que en adelante se convirtieran.
Esta oración compuesta por San Ciprián se encontró en los archivos de la ciudad de Constantinopla cuando los turcos se apoderaron de ella.
Escrita en un pergamino del cual se apoderó un soldado de la Santa Cruzada, viéndolo firmado por un santo mártir, a fin de preservarlo de la voracidad de las llamas, lo llevó siempre consigo dentro de uno bolsa de seda, por cuyo medio se vio siempre libre de todo mal.